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El Fuego de San Telmo: el poder de un santo encerrado en una botella

Fuego de San Telmo.
Navegar por esos mares de Dios ha sido, desde siempre, sinónimo de adentrarse en lo desconocido. Las enormes masas de agua que envuelven los continentes han sido un foco constante de seres y fenómenos extraños para los cuales, una marinería absolutamente analfabeta, no tenía ninguna explicación razonable. Las sirenas, el mar de los Sargazos, la isla de San Borondón (ver La inalcanzable isla de San Borondón) o el Maëlstrom (ver El Maelstrom, el torbellino del infierno) llenaban de inquietud a quien se encontraba con ellas. Pero si había un fenómeno que ponía los pelos de punta a los marineros era el conocido como Fuego de San Telmo, una llamarada que surgía de los mástiles de los barcos cuando estos se encontraban en medio de una galerna. A día de hoy, el mar ya no es tan desconocido como antes, y aunque el Fuego de San Telmo se sigue produciendo, las cosas han cambiado de tal forma que incluso lo tenemos en casa. Sígame y le explico dónde.

San Telmo y su fuego
Estar en mitad del más desierto océano, en plena noche y encontrarse con una tormenta tropical donde los rayos y los truenos caen a todo trapo, es una situación la cual, si hoy en día hace encoger el estómago a la tripulación de los mercantes más grandes y experimentados, pueden imaginarse lo que debía de ser para los cascarones de nuez que se atrevían a cruzar el Atlántico en el siglo XVI: si usted se encontrara en su situación, aún siendo ateo, los avemarías los iba a cantar como quien canta la canción del verano. Pues bien, en esta situación tan desesperada, algunas veces, sobre los mástiles, se empezaba a producir una llamarada azulada que perseguía el barco en su movimiento. Este fenómeno, totalmente inexplicable, acostumbraba a ser tomado por las tripulaciones como señales de mal agüero, aunque los navegantes españoles, curiosamente, lo consideraban una señal de buena suerte en tanto que significaba que San Telmo les había ofrecido protección. Sea uno u otro, el fenómeno no pasaba inadvertido para nadie. Pero...¿cómo se produce el fenómeno?

Estructura de una tormenta
Durante las tormentas, las nubes van llenas de gotas de agua que, debido al roce entre ellas se cargan de energía electrostática negativa. Estas mismas nubes, crean en la superficie de la tierra un manto de cargas eléctricas positivas que intenta equilibrar las cargas eléctricas negativas de la nube, y cuando entran en contacto unas con otras, si la energía acumulada es suficiente, se descarga en forma de rayo. En tierra, las montañas, los árboles, los edificios y a veces las personas (ver La figura de Lichtenberg, el tatuaje gratuito del rayo) ponen en contacto ambas zonas de carga, pero en el mar, los barcos es lo más prominente que hay de la superficie marina, convirtiéndose en un perfecto pararrayos. Sin embargo, no siempre se produce un rayo.

Fuego de San Telmo en un barco
A pesar de estar muy cargadas eléctricamente tanto la nube como la tierra (o mar), hay situaciones en que la diferencia de potencial entre ambas no es suficiente para hacer saltar un rayo. En ese momento, la energía que se desprende en la zona de contacto entre la nube y la tierra, es capaz de ionizar el aire que le rodea, convirtiéndolo en un plasma que empieza a lucir con una luz más o menos potente. En el caso de los barcos, la zona de contacto eléctrico entre la nube y la superficie del mar son las puntas de los mástiles, por lo que la zona de plasma ionizado entorno a ellas se envolvía con un aura azulada y lo seguían en todo el trayecto mientras hubiera energía suficiente para soportar el fenómeno. Curiosamente, el Fuego de San Telmo se produce hacia el final de las tormentas (no hay suficiente energía como para seguir con la tamborrada de truenos y rayos), por lo que los marinos españoles, cuando lo veían, respiraban aliviados por estar en manos del santo.

Cuernos iluminados por la electricidad
Este fenómeno del Fuego de San Telmo, hoy igual que ayer, se sigue produciendo en la naturaleza. Barcos, aviones e incluso el ganado, pueden ser susceptibles de ver aparecer la luz del santo en sus estructuras y cornamentas, pero la gracia es que incluso se ha llegado a domesticar; sí, sí,... domesticar. Y es que el principio del Fuego de San Telmo es la base de funcionamiento de los tubos fluorescentes que podemos encontrar en cualquier hogar actual, con la única modificación de que el aire se cambia por una mezcla de gases (sodio, mercurio, neón...) que aumenta la luminosidad de la descarga y permite iluminarnos en la oscuridad con ella. El poder del santo, metido en una botella... ¡qué cosas!

Fuego de San Telmo en un avion
En definitiva, la humanidad, conforme ha ido evolucionando, ha sido capaz de encontrar la explicación a fenómenos naturales que hasta no hace mucho eran simples focos de ignorancia y superstición. La religión se aleja de nuestro entorno conforme que el conocimiento humano va avanzando, como quien rompe la oscuridad con una linterna, pero no hemos de ser tan arrogantes de creer que lo sabemos todo, ya que no conocemos ni una décima parte de todo el mecanismo físico que nos envuelve. Hoy son fenómenos paranormales; mañana serán obviedades: abramos nuestra mente al increíble mundo que nos rodea.

...antes de que nos lo carguemos, claro.

El poder de un santo encerrado en una botella

Para saber más

Comentarios

  1. Un artículo muy interesante. Desde luego, un tubo fluorescente es menos poético que esos cuernos incandescentes o los mástiles en llamas. Me quedo con lo sobrenatural, pero prefiero la ciencia a la religión, aunque suene raro.
    Saludos!!

    ResponderEliminar
  2. Gracias Gerardo. Me alegra que te haya gustado! Ciertamente es menos poético, pero con esto pasa como con la magia: hay que dejarse encantar por el espectáculo de la naturaleza aunque sepamos que hay truco. ;-)

    Saludos!

    ResponderEliminar

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